Una llamada equivocada. Un mensaje aterrador.
Pareciera ayer.
Empaca sus cosas atolondrádamente, pareciera que llegara tarde a una cita.
De un tirón sale de la clase sin emitir palabra alguna.
Trastabilla en los escalones finales de la escalera mientras el nerviosismo lo va atacando lentamente.
Sus piernas no se quieren mantener en pie, tiemblan.
Intenta una distracción por la cera, pero es en vano.
Necesita saber si alguien lo entiende, pero no logran captar el dolor de sus ojos.
Las lágrimas avanzan.
Los ojos tristes antes recordados parecen tan cerca como nunca. Ahora los entiende. Sus ojos le pesan.
Atraviesa una puerta.
-¿Dónde está?
-No está.
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