Perdí la poesía más preciada. Era hermosa. Las palabras en ella bailaban solas. Decían todo y no decían nada. Coordinaban entre sí, pareciendo un espiral de colores del viento.
El viento las hacía bailar. Siguiendo una melodía no conocida, pero eso no quita lo nutritiva que llegaba a mis oídos.
Esto no se trata de musas ni de rosas, ni besos ni rezos, esto se trata de ella. La que siempre está. A veces se esconde y a veces se proyecta, pero siempre me acompaña.
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