No sé cómo se metían en mi cabeza. Daban muchas vueltas. Creo que por los oídos eran susurros y por los ojos imágenes. Todo se traducía en palabras. Emanaban de mi boca en un centenar de oraciones, algunas con sentidos y otras sin. Mis dedos las tipeaban con total elegancia, nunca en un ambiente hostil.
Pero no era, ni el momento, ni el lugar para ellas.
Ya llegará ese minuto.
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