Desaparezcamos. Irnos muy lejos. Donde el sol no pueda vernos y la luna alumbre nuestro camino.
En el rincón más lejano del mundo, donde no nos encuentre nadie.
Los satélites, antenas y GPS no podrán rastrearnos.
Allá se podrá parar el reloj y pensar en frío.
Agujas detenidas en la eternidad del tiempo. El tiempo del paraíso.
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