Mi memoria me condena. Quiero que no, pero sí. Siempre está. Me recuerda todo lo que debo y todo lo que no debo. Lo agradable y lo desagradable. Me persigue, no me puedo deshacer de ella. Qué lindo sería no tener rencores, pero no puedo. Es algo que nace. Un impulso. Y mi mente que confabula. ¿Tenés nombre? Así tengo a quién putear. Gracias.
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